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Un comentario para Daniel Méndez
Hola, Daniel:
Me alegro de que seas español pues así no tendrás ningún problema porque me dirija a ti en tu lengua materna, esta bella lengua española. En principio, tienes mucha razón: en México existe racismo. No a nivel oficial, en ningún documento encontrarás que tengas que anotar la “raza” de nadie, pero sí como un pesado atavismo que nos dejó el eurocentrismo desde la época colonial. Un atavismo que afecta muchas relaciones informales y no pocas formales, aunque nadie estaría dispuesto a confesarlo. Si tú no conoces el país y ves la televisión mexicana, por ejemplo, pensarás que en México hay un elevado porcentaje de la población con ojos claros. No es un problema exclusivamente mexicano, lo verás en general en Latinoamérica. Los comerciales de la televisión peruana, como otro ejemplo, te harían pensar que la población del Perú es muy similar a la de Dinamarca. Asimismo en Colombia, donde hay un elevado porcentaje de población negra. Si tú ves un comercial de la televisión colombiana no habrá un negro pero ni pasando por allá lejos. En cambio, como paradoja, observa a los jugadores de la Selección Colombiana de Fútbol.
En México es común que en una misma familia existan miembros “güeritos” y “prietitos”. Por un amigo de la época estudiantil, yo conocí a una familia chiapaneca, de muy buena posición económica pues poseía una finca cafetalera en los Altos de Chiapas. De lo seis hermanos, dos tenían muchos problemas psicológicos y habían caído en el alcoholismo como resultado de la sobreprotección que la madre había ejercido sobre ellos a causa de que eran morenos. Es decir que los veía como si hubieran nacido con algún impedimento físico o algún tipo de invalidez.
México es un país esencialmente mestizo, en sus raíces étnicas y en sus raíces culturales. No podría entenderse el México actual solamente a través de su herencia indígena, como no podría entenderse exclusivamente a través de su herencia española. Las civilizaciones indígenas que se desarrollaron en el territorio nacional, en su momento no eran México. No hay duda que los españoles trajeron consigo una parte muy importante sin la cual no habría sido posible el México que se desarrolló a partir de ese choque cultural que aún hoy en día sigue sintiéndose y estremeciendo los cimientos de nuestra sociedad.
Sin embargo, ya que hablamos de hoy en día, en esta actualidad de principios del siglo XXI el conocimiento del genoma humano permite asegurar que no existen razas humanas, esas diferencias, a nuestros ojos tan notables, que distinguen a los miembros de unos y otros grupos étnicos resultan, desde el punto de vista biológico, por completo insignificantes. Es más, a partir del ADN humano se está haciendo posible trazar la historia de la humanidad hasta encontrar un origen en una Eva y un Adán que vivieron en el África hace unos sesenta mil años. Si quieres saber de qué estoy hablando, te invito a conocer el Proyecto Genográfico de la National Geographic: https://www3.nationalgeographic.com/genographic/ . Tú puedes participar aportando tu ADN a la investigación, aunque con seguridad de ese estudio no podrán deducirse tus genes provenientes de la realeza y la nobleza medievales.
Estarás tú de acuerdo conmigo en que la piel es nuestro vestido natural, pues bien la importancia de la diferencia que hay entre una persona de piel clara y otra de piel oscura es equiparable a la importancia de la diferencia que hay entre una persona que lleva un vestido claro y una que lleva un vestido oscuro. Aquí el único problema es que la piel no se puede quitar y poner. Pero, también, como en la ropa, hay otros significados subyacentes. Existen, por ejemplo, uniformes amigos y uniformes enemigos.
Demos marcha atrás en el tiempo y situémonos en una época remota. Vayamos hasta fines del paleolítico o principios del neolítico. Para esta época la especie humana en general ha dejado de ser víctima propicia de los grandes predadores. Gracias a la unión de dos de sus características fundamentales: su desarrollo cerebral y su instinto gregario, el hombre ha dejado de ser presa y se ha convertido en el más temible de los predadores sobre la faz del planeta. Un grupo humano ya no teme más a los lobos, a los osos ni a los felinos. Un grupo humano sólo tiene un enemigo al que pueda temer: otro grupo humano. Sí, solamente otro grupo humano tiene la capacidad de desplazarlos de su territorio de caza y recolección (su econicho), de someterlos, esclavizarlos, apoderarse de sus hembras y aun destruirlos por completo. ¿Y qué es lo que caracterizaría a otro grupo humano, enemigo potencial o real? Esa es la clave: otro color de piel, u otra lengua, o la misma lengua hablada con acento y giros diferentes, u otra religión y otras costumbres, etcétera.
La historia de la humanidad, ya en calidad de tal, se escribe en decenas de miles de años y solamente en los últimos quinientos años las sociedades humanas iniciaron la tendencia a convertirse en una sola sociedad humana, con un intercambio y una interacción crecientes entre grupos humanos que todavía representan una vasta diversidad. Se explica por tanto que en esta temprana etapa de la integración, sobrevivan esos sentimientos instintivos que llevan a desconfiar y temer al diferente, al extranjero, al que tiene otros rasgos, en fin, no obstante que el diferente sea nuestro vecino de junto o nuestro conciudadano.
A todo esto debemos agregar una característica humana más, nuestro centrismo. Si hablamos de la vida, el hombre, como especie, se autodefine como la más importante y a esto se le llama antropocentrismo. Si hablamos de grupos humanos o de países, cada grupo tiende a considerarse el mejor, el más importante y a esto se le llama etnocentrismo. Hasta llegar a lo más conocido que es cuando hablamos de personas, allí surge el egocentrismo. Tenemos la tendencia innata a dividir el mundo entre “ellos” y “nosotros”. Y, claro, ellos son los malos; nosotros, los buenos. Nosotros somos inteligentes, ellos son tontos. Nosotros somos hermosos, ellos son feos. Ellos están equivocados, nosotros tenemos la razón. Ellos hacen cosas horribles y despreciables, nosotros hacemos cosas bellas y edificantes. En síntesis: nosotros somos “superiores”, ellos son “inferiores”.
Aquí sí tengo que utilizar el inglés porque no existe un equivalente en español con la misma profundidad expresiva. A esto le podemos llamar “wishful thinking”. Es decir, no queremos ver las cosas como son sino como nos gustaría que fueran. Porque nada puede resultar más grato a nuestros oídos y a nuestro pensamiento que la idea de que nosotros somos superiores.
Es asombroso, lo que en realidad motivó la presente respuesta fue la intención de comentarte algunas cosas con respecto al origen de la grafía que tu utilizas “Méjico” con respecto a la que utilizamos aquí: “México”. Y fíjate nada más hasta dónde he llegado y nunca logré abordar el tema concreto. No obstante, creo que también valía la pena expresar lo anterior. En fin, espero que próximamente pueda hacerte algunos comentarios al respecto.
Te mando un saludo afectuoso.
Víctor Manuel Ortiz Martínez.